El día de hoy tuve una plática por WhatsApp con un buen amigo, sobre lo que la imagen personal cuenta de nosotros mismos. Luego de la ya muy famosa pregunta frecuente “¿Qué dice mi imagen?” comentamos algunos aspectos que había reflexionado sobre él, a lo que de inmediato preguntó si ya lo había analizado (tal vez le pareció un tanto intrusivo). Luego de definirlo como “clásico” me cuestionaba si eso era adecuado o inadecuado, a lo que contesté “Eso respóndelo tú”. 

Después de algunos intercambios de ideas, y  tips que pude compartirle, me dijo que yo (Liliana) le parecía interesante. Por mi parte, que un consultor internacional con un gran back up de temas políticos y también entrenador de diferentes personajes me defina de forma personal así, me pareció un gran halago, por lo que le respondí agradecida que no se generara expectativas.

Esta reflexión, me llevó a pensar por un momento: Si este hombre tan sólo supiera las batallas diarias que enfrento entre continuar o no en esta profesión, inspirar a otros o inspirarme a mí misma… tal vez no pensaría lo mismo. Y así caí en la cuenta de que yo misma estaba generando una expectativa y un juicio sobre mí. 

Y es que las expectativas son tan fuertes como los estímulos que las crean. Las expectativas nos ponen en un punto frágil que únicamente nos quedan dos opciones: o superarlas o anularlas, poniendo en juego, no sólo la confianza del otro en nosotros, sino la propia confianza en uno mismo. ¿Cuántas veces has buscado llenar las expectativas de los demás que te haces pequeño para encajar? ¿Cuántas veces has intentado estar a la altura de las circunstancias?  ¿Cuántas veces has deseado cambiar para que alguien se fije en ti? ¿Qué tanto has tenido que aspirar para ser un profesional capaz para un determinado ámbito?

De forma personal, en diferentes momentos de mi vida me he encontrado en la disyuntiva entre cumplir la expectativa generada por otros en un instante o la propia. Sin embargo, en un punto decisivo reciente, definí cumplir únicamente mi propia expectativa, sin importar el ámbito, y dejarme llevar por mi propia brújula, o como dijeran algunos “me dejaría ir como gordita en tobogán”. Así que decidí llevar a cabo algunas acciones: 

  • Revisé mi lista de prioridades, aquellas que son muy importantes para mi y que tal vez nunca les había dado la suficiente importancia. Ir al gimnasio, tomar tiempo exclusivo para mi y decir no a lo que no quería hacer, formaban parte importante de la lista.
  • Comprendí que la mejor inversión es aquella que hago en mí, por lo que he tomado cursos, terapias, entrenamientos, comprado libros, viajado, tomado cafés con nuevas personas, entre muchas otras cosas,que me han dado una nueva perspectiva de mí misma.
  • Hice un análisis FODA de mi propia imagen, es decir, ya no me funcionaba ser tan estrictamente seria y distante. Empecé a relajarme. Integré nuevos colores a mi vestuario, compré prendas que me encantan y que tal vez no me había animado a utilizar. Faldas y escotes más pronunciados empezaron a aparecer en mis opciones. Conocí y me di la oportunidad de salir con personas nuevas, creando un networking muy diferente.
  • Establecí una expectativa y meta personal. Nadie la conoce, ni siquiera la podrían imaginar, simplemente es un objetivo que he decidido cumplir y ninguna otra expectativa ajena es negociable en el camino.
  • Decidí eliminar las etiquetas que me había puesto y empezar a tener nuevas definiciones del mundo y de mi misma.
  • Me convertí en mi prioridad.

En resumen, si te encuentras en un momento clave en tu vida, deseas cambiar o simplemente explorar nuevas posibilidades, te invito a considerar los siguientes puntos:

  1. Pregúntate cuál es la más grande expectativa que tienes de ti mismo. Puede ser que hace tiempo la hayas olvidado, pero siempre vale la pena mirar atrás y retomar o actualizar el camino que inicialmente habías trazado. 
  2. Antes de someterte a un cambio de imagen, establece para qué lo quieres. De nada servirá verte diferente, si internamente no tienes idea del por qué lo estás realizando y de lo que quieres lograr una vez que lo hayas hecho.
  3. Si quieres cambiar, busca llenar tus propias expectativas. Tal vez lo único que requiere el mundo, es que seas tú mismo.
  4. Todo cambio de rumbo requiere de una renovación de mente, cuerpo y corazón. Recuerda que el cambio tiene un precio, el soltar viejos patrones, amigos o hábitos es parte de él.
  5. No importa quién elijas ser, decide siempre a favor de tus pasiones.

Por último, quiero agradecer a Javier, por compartir las líneas que me hicieron reflexionar y finalmente regresar a lo que siempre me ha gustado: escribir.

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