Hace unos días, se creó en las redes el #10yearschallenge. Sumándome a la tendencia, empecé a buscar fotos de hace 10 años atrás. Finalmente encontré varias de mi viaje a Argelia en 2009. Ésta es una de las fotografías más representativas en el Desierto del Sahara. Un viaje sin duda maravilloso por lo que pude conocer, por la experiencia de estar en África y por todo lo que a partir de ahí sucedió en mi vida.
Durante ese viaje, recuerdo haber entrado a un templo y en silencio pedir que se me permitiera estar con el hombre de mi vida (en ese momento no tenía nombre ni cara). Años después, me casé con la persona que me llevó a aquél templo, y aunque en definitiva no era el hombre que pedí al universo, se me permitió experimentar, aprender, caer y volverme a levantar para dar fe de que la vida siempre nos prepara para lo que viene, y aunque nunca sabemos cómo serán, las transformaciones nos llevan a mucho más de lo que jamás pudimos imaginar.
En el desierto, en medio de la nada, hay vida representada por el viento, la arena, las palmeras, insectos y demás especies que aunque no se ven, se pueden sentir, y es ahí donde se entiende que sólo en el vacío es donde la máxima creación es posible.
Con esta reflexión, cobra nuevamente sentido el desierto en mi vida, pues aunque pareciera haberme quedado en el vacío, las lágrimas han germinado y dado vida a nuevas palmeras y formas de vida que nunca hubiera imaginado. Curiosamente, esta foto con su marco está intacta, dentro de lo poco que pude rescatar de mi vida anterior.
Hoy, con una perspectiva totalmente diferente de la vida, a 10 años de este gran momento, no tengo más que dar las gracias por lo que aprendí y por lo que viene, que estoy segura es maravilloso, pues la prueba, aunque superada, fue complicada.
Por lo tanto, si te has tomado el tiempo para leer este texto, puedes entender que estoy en un nuevo desierto, con nuevas palmeras, nuevas historias y sembrando nuevos sueños. Si en tu curiosidad o deseo de saber más, me quieres contar algo de desiertos anteriores, o de personas que hoy ya no cultivan el desierto junto conmigo, por favor guárdalo para ti (aunque yo te pregunte) y ten en cuenta que llegar al punto de vacío es un proceso largo y muchas veces doloroso, que requiere de atravesar océanos, largos caminos en soledad y una gran transformación. Este proceso no merece traer viejas palmeras a tierra fértil, por lo que agradezco tu profundo respeto a mi proceso.